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jueves, 26 de abril de 2018

PRACTICAMOS LA ESCRITURA

 "La escritura es la pintura de la voz", Voltaire



MENSAJE EN UNA BOTELLA
Por Emma Gómez, 4º B

Día y hora: Desconocidas

            No sé cuánto tiempo llevo aquí; días, semanas, meses… Sólo sé que voy a morir.
            No puedo medir con exactitud cuándo sucedió, pues el tiempo se ha tornado eterno para mí. Únicamente recuerdo el barco. No sé hacia dónde me dirigía o de dónde venía. No recuerdo nada desde el naufragio.
            Como he explicado antes, no sé por qué razón me encontraba en ese barco. De lo que estoy seguro es que seguía cierta rutina como pasajero; irme a dormir a una hora, levantarme a otra…
Fue por la noche. Un golpe metálico lo suficientemente fuerte para hacer temblar toda la embarcación. Me despertó. Rápidamente todo empezó a llenarse de agua en mi pequeño camarote. Salté de la cama sintiendo el helado líquido hasta mis rodillas. Cundía el pánico, la gente se apelotonaba en el pasillo gritando y pidiendo ayuda. Los altavoces empezaron a sonar anunciando que no era un simulacro lo que allí ocurría y que nos dirigiéramos a la superficie del barco. Una vez allí, los trabajadores de la nave nos intentaron organizar para distribuirnos por los diferentes botes salvavidas, pero era inútil, la gente estaba demasiado asustada para mantener el orden. Lo último que recuerdo fue un golpe en la cabeza y la sensación de caer al vacío.
            Cuando desperté en medio del mar, no sabía quién era y ahora las provisiones que venían con el bote se agotaban y con ellas mi vida. Y mientras estoy despierto solo puedo pensar en una cosa: que voy a morir aquí, sin siquiera saber mi nombre, ni cuál era mi trabajo; si era buena o mala persona, si tenía alguien a quien amar o si mi existencia era, en realidad, tan insignificante como una mota de polvo.

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