"La escritura es la pintura de la voz", Voltaire
MENSAJE
EN UNA BOTELLA
Por Emma
Gómez, 4º B
Día y hora: Desconocidas
No
sé cuánto tiempo llevo aquí; días, semanas, meses… Sólo sé que voy a morir.
No
puedo medir con exactitud cuándo sucedió, pues el tiempo se ha tornado eterno
para mí. Únicamente recuerdo el barco. No sé hacia dónde me dirigía o de dónde
venía. No recuerdo nada desde el naufragio.
Como
he explicado antes, no sé por qué razón me encontraba en ese barco. De lo que
estoy seguro es que seguía cierta rutina como pasajero; irme a dormir a una
hora, levantarme a otra…
Fue por la
noche. Un golpe metálico lo suficientemente fuerte para hacer temblar toda la
embarcación. Me despertó. Rápidamente todo empezó a llenarse de agua en mi
pequeño camarote. Salté de la cama sintiendo el helado líquido hasta mis
rodillas. Cundía el pánico, la gente se apelotonaba en el pasillo gritando y
pidiendo ayuda. Los altavoces empezaron a sonar anunciando que no era un
simulacro lo que allí ocurría y que nos dirigiéramos a la superficie del barco.
Una vez allí, los trabajadores de la nave nos intentaron organizar para
distribuirnos por los diferentes botes salvavidas, pero era inútil, la gente
estaba demasiado asustada para mantener el orden. Lo último que recuerdo fue un
golpe en la cabeza y la sensación de caer al vacío.
Cuando
desperté en medio del mar, no sabía quién era y ahora las provisiones que
venían con el bote se agotaban y con ellas mi vida. Y mientras estoy despierto
solo puedo pensar en una cosa: que voy a morir aquí, sin siquiera saber mi
nombre, ni cuál era mi trabajo; si era buena o mala persona, si tenía alguien a
quien amar o si mi existencia era, en realidad, tan insignificante como una
mota de polvo.
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