"El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho", D. Quijote de la Mancha
INSPIRACIÓN
Alba Capellán,
4ºC
Se sentía vacío; vacío de
letras y de canciones; vacío porque nada le sonaba a música y todo le sonaba a
ruido; vacío porque su amiga ‘la inspiración’ le había dejado de lado en un
mundo de grises y no quería saber nada más de él.
Se fue con alguien más
joven; alguien que la sabía valorar y que le ponía por delante de esos temas
que se supone que son más importantes y no te dejan tiempo para escribir. Por
eso, cuando ella llamaba, él no le descolgaba el teléfono, dejando que sonara y
que el sonido de tono de la llamada se perdiera entre las esquinas de la
habitación.
Nuestro escritor era incapaz
de plasmar en el papel ninguna de las ideas que resonaban en su cabeza. Se
desquiciaba viendo como el blanco del papel se reía de él y el tiempo le hacía
burla.
Tomó la decisión desesperada
de encerrarse en su habitación cerrando las persianas a cal y canto, dejando
únicamente la luz de un flexo. No soportaba la idea de que ahí fuera hubiera
pájaros que compusieran mejores melodías que las suyas. La primera opción era
tapiar la ventana, pero reculó, afortunadamente. Se dio cuenta de que llegaría
un momento en el que el cuarto olería a desmotivación, frustración y a un hedor
insoportable de sudor.
Ya no podía ni mirar al
techo, ya que a sus sesenta y ocho años, los tres círculos pesaban demasiado
como para que un palo los sujetara.
Había llegado al punto en el que su pelo blanco no le recordaba a “melenas
plateadas que ondean al…” sino a simples canas de un señor que, al parecer, ya
había dado todo lo que podía de él.
Si algún día veis a la
inspiración saltando de una ventana a otra, decidle de su parte que cada vez el
bolígrafo le pesaba más y las ideas le sonaban menos.
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